MÚSICA FICTA: Congohelio, de Néstor Darío Figueiras

Congohelio:

Bajo la vieja tierra – Cordwainer Smith

“Hay música a través de esta historia. La música suave y dulce del Gobierno de la Tierra y de la Instrumentalidad, blanda como la miel y al fin empalagosa. Las pulsaciones desbocadas e ilegales del Gebiet, donde la mayoría de los hombres tenía prohibida la entrada. Lo peor de todo, las fugas alocadas y las melodías obscenas del Bezirk, cerrado a los hombres durante cincuenta y siete siglos… ¡abierto por accidente, encontrado, hollado! Y así empieza nuestra historia.”

El texto anterior corresponde al tercer párrafo del cuento de Cordwainer Smith con el que decidí empezar esta nueva sección de Crónicas de La Forja, “Música Ficta”. Como ya imaginarán, en ella intentaré —con la ayuda de algunos amigos— unir los universos sonoros con los de la ficción, en especial, los de la Ciencia Ficción, la Fantasía y el Terror.

En definitiva: el propósito es tratar de plasmar los sonidos que imaginaron y describieron los autores de algunos clásicos; descubrir cuáles serían esas melodías, cómo sonarían esos instrumentos, si existieran en la realidad. Les confieso que intentarlo es de lo más divertido.

Pero no nos quedaremos sólo en lo musical. También veremos las imágenes que inspiraron tales pasajes, gracias a eximios ilustradores cuyas obras se publican regularmente en Crónicas de la Forja.

Ya está bien con las presentaciones. Volvamos a don Cordwainer Smith, cuyo nombre real era Paul M. A. Linebarger. El doctor Linebarger era catedrático, militar (más precisamente, experto en guerra psicológica) y analista político. Y nadie —salvo unos pocos—, supo que él era Cordwainer Smith hasta después de su muerte, ocurrida el 6 de agosto de 1966 en Washington.

“Bajo la vieja tierra” fue publicado por primera vez en el mes de febrero de ese mismo año, en la revista Galaxy. Estamos hablando, pues, del último relato que este genial escritor publicó en vida. Yo dispongo de la traducción hecha por Carlos Gardini, publicada en la revista El péndulo nº 4. (Para los que no son argentinos, les cuento que El péndulo, con sus tan sólo 15 números, es un hito en la historia del género en nuestro país, pues, entre tantas cosas que le debemos, está la gran cantidad de excelentes cuentos que publicó —no sólo de autores norteamericanos, sino también de escritores europeos e hispanohablantes—, cuyos relatos de otra manera hubieran seguido en las sombras para el fandom argentino.)

Esta publicación de “Bajo la vieja tierra” fue acompañada por los geniales dibujos en tinta de Fati, y por un artículo muy interesante que resume la obra de Cordwainer Smith, escrito por Pablo Capanna.

Para aquellos que no conocen el relato, repasaremos algunas generalidades de la obra de C.S., una de las más imaginativas y ricas de la CF, escrita en las postrimerías de la Edad de Oro anglosajona, pero aún hoy vigente.

Todos los relatos de C.S. están construidos dentro de un mismo universo, y abarcan una extensa cronología. Por ejemplo, “Bajo la vieja tierra” se ubica en el año 15.000, doscientos años antes del momento en al cual transcurren la mayoría de sus cuentos: el año 15.200, época del Redescubrimiento del Hombre, era en la cual también culminará la epopeya de la liberación del Subpueblo (compuesto por animales modificados hasta alcanzar un aspecto y una inteligencia humanos, mediante ingeniería genética). Esta gesta comienza 3.000 años antes, mediante el martirio de la santa canina P’Juana. (O D’Joan, en el original: las iniciales de los nombres de las subpersonas indican su ascendencia animal.)

La Instrumentalidad es el gobierno que ha sumido a la humanidad en una aburrida utopía, donde no hay dolor ni miedo, donde no hay guerra ni enfermedad. Las inquietudes y la zozobra causada por las emociones han sido anuladas merced a la esterilización de los sentimientos. Frente a este panorama, el Subpueblo y los demás marginados de la sociedad se rebelan y escapan a las profundidades.

Éste es el tema de “Bajo la vieja tierra”. Allí, bajo el suelo, se recobra la experiencia religiosa, la música y la necesidad de la comunión que sigue pulsando en los seres humanos, en forma latente.

La misión de Sto Odin (protagonista del relato, uno de los Señores de la Instrumentalidad, cuyos nombres son números: ‘sto odin’ es “ciento uno” en ruso), es descender al Gebiet y Bezirk (“territorio” y “distrito”, en alemán), acompañado por dos robots cuyo aspecto es el de legionarios romanos: Flavio y Livio. Sto Odin, representando el papel del viejo conservador que teme a la rebelión que amenaza socavar los poderes de la Instrumentalidad, tratará, con la ayuda de los robots, de cancelar el peligro desatado bajo tierra.

Uno de los aspectos interesantes de esta historia es que la música juega un papel muy importante en ella. Para empezar, los hombres y las subpersonas amotinadas han redescubierto el poder que la música tiene para conseguir la comunión entre los seres: El Joven Sol, Eknhaton, cabecilla de los sediciosos, utiliza un trozo de congohelio (un material capaz de mover cuerpos celestes y, por lo tanto, de dañar a la misma Tierra), para hacer música, sumiendo a todos bajo una arrebatadora experiencia mística —que yo imaginé de índole orgiástica—, una vivencia en la cual los espectadores son también partícipes y se dejan llevar por el son desbocado de “la música del universo”, por la danza frenética de su intérprete, asumido ya el rol de sacerdote:

“Pasó junto al tambor grande y lo tocó: ¡ritiplín, rataplán!
Rozó el tambor pequeño con la mano izquierda: ¡kid nork! ¡kid nork!
Tomó con ambas manos el congohelio, como si las fuertes muñecas fueran a despedazarlo.
El salón entero ardía de música, relucía de truenos mientras los sentidos humanos se interpenetraban mutuamente.”

Así que aquí les ofrezco “Congohelio”, mi versión de la música salvaje que el Joven Sol supo arrancar al congohelio. Para la melodía principal y los acompañamientos usé una guitarra de media caja Epiphone (lo que se conoce como hollow body), que tiene un timbre medio, de mucho cuerpo, pastoso, ideal para el jazz o el blues. El sonido fue procesado por Amplitube, un software que emula amplificadores de guitarra.

Imaginé que Eknathon no sólo le sacó sonidos percusivos al pedazo de congohelio, sino que también pudo extraer de él melodía y armonía. Y me pareció adecuado que la armonía sólo conste de tres acordes, porque imagino que Eknhaton improvisaba. Para improvisar, lo mejor es no complicar la armonía, para que la melodía fluya libremente.

Completando la textura sonora, agregué unos teclados que hacen los bajos y algunos sonidos que sugieren la profundidad de una caverna, todo ello empleando un soft llamado Atmosphere, que tiene unos sonidos fabulosos.

La frutilla del postre, creo yo, son las voces, las risas, los gritos, y demás efectos de sonido que le dan el toque “cinematográfico”. (Me sentí como si fuera miembro de Pink Floyd.) Todos estos ruidos se extrajeron de algunas bibliotecas de audio de uso libre, las cuales se encuentran a montones en Internet. Este detalle es, me parece, lo que “ilustra” lo sucedido en esa caverna: la multitud de subpersonas y hombres y mujeres que deliran bajo los efectos de la feroz música del congohelio. Ahí se aprecia la experiencia místico-orgiástica. Por eso los aplausos; los jadeos que sugieren el sexo desinhibido; los zapateos (casi una marcha militar), que intentan mostrar un baile más o menos coordinado; los alaridos; y hasta el canto indígena de una tribu originaria norteamericana que agregué por el final, antes de que muera el tema en un fade out.

A continuación, les dejo una surrealista ilustración hecha por la talentosa Marina Dal Molín, la cual ha sido inspirada por el tema “Congohelio”, y, por supuesto, por la lectura del relato del genial Cordwainer Smith. En ella, creo yo, se puede apreciar el perfil del Joven Sol.

© 2016 Néstor Darío Figueiras
Fotografías: Néstor Darío Figueiras
Ilustración: Marina Dal Molin

Esta obra se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. Todas las fotografías son propiedad de su autor.

Conversación en la Forja

1 comentario